Por Agustín Clemente Pliego
Lean con mucha atención
este relato tan pío:
la vida de este gran fraile
llamado Santo Domingo.
Es Domingo de Guzmán
natural de Caleruega,
de una familia de nobles
y de fama milagrera.
Allá por el siglo XII
estos hechos sucedían,
cuando sus padres deciden
que estudiara clerecía.
Fue primero con su tío,
arcipreste de valía;
más tarde marchó a Palencia
a estudiar la Teología.
Fue modelo de estudiante,
muy amigo de los libros,
aplicado y estudioso,
de sus maestros querido.
Y si las gentes sencillas
pasaban necesidad,
Domingo vendía sus libros
para los alimentar.
—¿Cómo podré yo —decía—
estudiar en pieles muertas
cuando en carne viva mueren
de hambre los de mi tierra?
El obispo don Martín
le entregó una canonjía
al terminar sus estudios,
y en Osma lo requería.
Juntos hicieron vïajes
por el Mediodía francés,
decidieron predicar
a los herejes la fe.
Airoso participó
en debates prolongados
con valdenses y albigenses
que vivían en pecado.
Mientras duró la cruzada
Domingo les predicó
en Carcasona, Toulouse,
Prulla, Pamiers y Fangeaux.
Mil doscientos dieciséis,
tras regresar del Concilio
crean una nueva Orden
Fulco el obispo y Domingo.
En Toulouse será la sede
la iglesia de San Román,
de San Agustín la Regla
y su misión, predicar.
Libros de nuestro santo,
que los herejes pedían,
los arrojaban al fuego,
y del fuego se salían.
A peregrinos ingleses,
que en el Garona se ahogaban,
Domingo, con su oración,
sanos del río sacaba.
Con estos y otros milagros,
su vida está coronada,
en otro aprendió en un día
a hablar la lengua germánica.
En el camino hacia Roma,
atravesando los Alpes,
se quedan sin alimentos
y hace aparecer dos panes.
Las bulas solicitadas
el Papa le ha concedido;
para instalarse la Orden,
el convento de San Sixto.
Muchísimas fundaciones
con Domingo se abrirán,
aunque siempre prefería
donde había universidad.
En Bolonia, un día de ayuno,
sin pan se encontró Bonviso,
Domingo rezó, y surgieron
dos hombres con pan e higos.
En el año mil doscientos
veinte se celebrará
en Bolonïa el primer
capítulo general.
Domingo renuncia al cargo
de superior provincial ,
y se revisan las leyes
de la vida monacal.
Todos se alimentarán
del sustento mendicante,
y el estudio impregnará
la vida del estudiante.
Acordaron que el maestro
inculcase a los novicios:
—Estaréis siempre leyendo
o pensando en lo leído.
Un adagio de Domingo
en los libros se incluyó,
que siempre debían hablar
bien con Dios o bien de Dios.
Al celebrar el segundo
capítulo general
decidieron expandirse,
fue el acuerdo principal.
Muchos frailes van a Oxford,
Aragón, Polonia, Grecia,
Alemania, Escandinavia,
Marruecos, Hungría, Armenia.
Los dominicos ya están
fuera de Francia e Italia,
predicando van gozosos
y salvando muchas almas.
Mientras tanto fray Domingo
caía enfermo en la cama,
cuando agotado venía
de visitar otras casas.
En Bolonia le vendrá
la muerte, que ya anunciaba,
rodeado de sus frailes,
sus compañeros del alma.
Antes de subir al cielo
a los novicios predica,
recibe la extremaunción,
de este modo los anima:
—Os seré más útil muerto
que cuando yo vivo estaba,
no os preocupéis por mí,
que a Dios le entrego mi alma.
Mientras estaba expirando
en lugares muy distantes
tienen algunos frailes
visiones muy similares.
Veían que en dos escalas
la Virgen y Jesucristo
ascendían a los cielos
a nuestro fraile querido.
Muchos fueron los milagros
que en su tumba sucedieron,
surgió un culto popular
que los frailes impidieron.
No quisieron convertir
su sepulcro en santuario,
pues eso los distraería
de sus rezos ordinarios.
Mil doscientos treinta y tres,
el Papa Gregorio Nono
permitió que trasladaran
a otra iglesia sus despojos.
Cuando abrieron el sepulcro
quedaron maravillados
porque en vez de un fuerte hedor
olía a rosas y nardos.
El mismo Papa Gregorio,
en el año treinta y cuatro,
permitió que a nuestro fraile
lo considerasen santo.
Esta es la historia, lectores,
del Padre Santo Domingo,
el fundador de la Orden
de los Padres Dominicos.
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